Ínsula en herrumbre

Por las mañanas finjo despertar con heridas
las que nunca aprendieron a coagular,
incandescente ramo de lucidez.

Giro las almohadas para cambiar mis sueños
evitando la lluvia de granadas de guerra,
el sabor onírico de la derrota.


Dejé al despertador morir en la contienda,
para qué,
sólo anhelo el desenlace del tiempo
en su carrera a la sombra de la adrenalina,
como mi voz ahuyentando rimas.


Y espero al reloj
que nunca llega,
que no desea estar
aquí.
Escondo el rostro, mis pensamientos tejen y destejen,
al final ni la nada se compadece
del hambre voraz del todo.


Anochezco al mediodía
y soy madrugada por las tardes,
las calles me ven vacío y yo a ellas,
faltas siempre tú... en esta forma del mundo.


Por las noches me acuesto junto a la ventana
para esperar el viento,
la compañía gris de la voz embarrotada
por tantos besos ausentes
y lágrimas dulces.


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